“Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él.” Lucas 18:17
Les contare una historia…
Hace, era un sábado por la tarde, la primavera se había acercado antes de tiempo a Santiago y aquel primer fin de semana de Octubre era inusualmente cálido, en la sala, 3 parejas de padres conversan animadamente con la profesora de párvulos de sus hijos, que juegan en el tibio patio, ellos se han hecho amigos gracias a lo bien que se llevan sus hijos, además han hecho buenas migas con esta dulce profesora, pero desde hace tiempo su cara no tiene el mismo brillo que había a principios de año, nuevamente esta embarazada, pero también tiene los mismo problemas que su anterior embarazo, el cual termino de manera desastrosa con un aborto espontaneo que la ha dejado con una profunda herida y que ha hecho volcar su frustrado amor de madre en aquellos pequeños, especialmente en los 3 que juegan en su patio acompañados por las hermanitas de uno de ellos.
Mientras los padres hablan de política, deportes y la ultima teleserie, ella, movida por aquella maternidad truncada, se dirige al patio, ya la tarde muere y a pesar de que no hace frio, ella prefiere que los niños jueguen dentro de casa, por prevención a algún resfrío. Al llegar al patio ve una escena que la impresiona, unos cajoncitos dispuestos en semi círculo y otro cajón a modo de estrado, un vetusto libro azul corona aquel improvisado podio, 5 niñitos que miran absortos y siguen las ordenes de uno de ellos, el cual está detrás del cajón-estrado. Es el más alegre de los 5, el más tierno y también el más aplicado, siempre se ha destacado por su brillantez mental y su notable diferencia por el resto, posee una personalidad magnética, aunque retraída, algo de timidez aflora en el, aunque cuando ya se siente seguro, aplica toda su novel locuacidad, admirando a grandes a chicos, también es el que más ha debido proteger, producto de su notable diferencia y pocos atributos físicos, ha sido el blanco de burlas, golpes y envidias de sus demás compañeros, aunque estos amiguitos lo han cuidado como si de guardaespaldas se tratase… Pero hoy no es igual este niño, hay algo en su mirada, su voz es distinta, no se le oye como aquel curioso y feliz niñito, sino que sus palabras tienen algo de hombre grande, llenas de un magnetismo sin igual. Esta mujer se acerca más a la escena y comienza a oír más nítidamente:
-Dios sana y salva hermanos, por eso Jesús murió en la cruz- decía este niñito
Aquella frase dejo a la profesora totalmente descolocada, había escuchado esa frase miles de veces, los evangélicos de la casa de enfrente se lo habían dicho, pero ella se aferraba a aquella religión impuesta en la cuna llamada catolicismo y estaba cómoda con esa posición, pero nunca la había oído de boca de un niño y menos con ese poder con que se sentían. Opto por acercarse e incluirse en esa escena.
Aquel niñito, desde que había nacido venia oyendo esa frase, era vida en el, veía domingo a domingo como la gente adoraba a Dios en idiomas que no se parecían en nada a las películas, pero le gustaba, aprendía lo que sus tías de la Escuela Dominical y sus padres le enseñaban de la Biblia, y en medio de una tediosa tarde jugando al pillarse y a las escondidas, pudo imponer a lo que él quería jugar, les dijo a sus amiguitos que pusieran los cajoncitos como asientos y que ahora eso era la iglesia y el les predicaría de lo que el oía siempre, y comenzó…
Hablo de dar, de compartir, de segunda venida y castigo eterno, de que Jesús ama a los niñitos y que volvería, y también hablo de sanidad.
La joven profesora se acerco y quiso preguntar de que trataba el juego, pero el niñito la fulmino con una pregunta:
-¿Qué cosa quiere pedirle a Dios, señora?- le dijo el niñito
Miles de cosas empezaron a pasar por la mente de la joven parvularia, recordó el fatídico momento en que perdió su primer bebé, de que cuando por fin supero el dolor y volvió a quedar encinta, el médico dijo que el niño que esperaba venia con problemas y que si lograba nacer, tendría muchas enfermedades y nunca sería normal, recordó el dolor y la pena que la invadían desde hace años:
-Quiero pedirle por mi bebe- dijo ella, poniendo las manos en su vientre.
Al oír esto el niñito, puso sus pequeñas y regordetas manitos en el vientre de su querida tía de pre kínder, aquella que lo cuidaba, que lo abrazaba antes de salir de clases al igual que a sus demás compañeros, cerró los ojos y usando lo que antes había oído, dijo:
-Señor, yo se que tu oyes a quienes te aman, te pido por el bebé de esta mujer que viene enfermito, sánalo y haz feliz a esta criatura, en el nombre Jesús, amen.
Una oración súper sencilla, nada de institutos bíblicos, nada de discipulados ni extravagancias eclesiásticas, solo una simple oración para pedir un milagro.
Al momento que el niñito pronunciaba estas palabras, un fuego comenzó a quemar por dentro a la profesora, su vientre saltaba, pero sentía que su bebe no lo hacía por miedo, sino de felicidad, muy rara vez su hijo hacia algún movimiento, pero ahora era algo precioso, seguía sintiendo aquel fuego, no quería que parara, le daba paz, se sentía flotar, fueron los segundos más largos y bellos de su vida, las lagrimas brotaban a chorros y un enorme peso se caía y la hacía volar.
Siguió en ese estado por algunos segundos más después de terminada la oración, volvió a la realidad pero todo era distinto, la noche era preciosa y sus niños aun mas, su vientre rebosaba de vitalidad y sentía por fin vivo a su hijo, abrazo al niñito por largos minutos mientras lloraba y gritaba de felicidad, los padres de los demás niños llegaron y vieron la hermosa escena, ella la guardo en su corazón y nadie se entero de esto, ni los padres del niñito, pero este igual se los conto, no tenía nada de malo contar sus juegos, al oír esto, los padres del niñito agradecieron a Dios por aquel hijo.
Cuatro meses después, esta profesora dio a luz a un hermoso varoncito, grande, sin ninguna enfermedad, sano y bello, ella glorifico a Dios por visitarla y cumplir su petición.
De esto ya han pasado 25 años.
Esta historia, real por lo demás, nos deja algo muy claro.
Hoy hablamos de reforma apostólica, creamos ministerios que quieren llevar esta consigna por donde sea posible, pero muchos crecieron, dejaron de entender el Reino así como lo ve un simple niño, que repitiendo lo que su Dios, aquel que aprendió a esa edad a reconocer como su Padre, le enseño en la Biblia que debía hacer, solo lo hizo, porque sabía que todo aquel que tiene una relación con Dios es capaz de botar enfermedades, de destruir fortalezas, de acabar con toda obra de maldad, de curar un vientre lleno de muerte y hacer que de él saliera vida…
Pero no, hoy confundimos madurez espiritual con dejar de ser niños para El, nos llenamos la boca con el Reino y no entendemos que el Reino es tan sencillo que hasta un niño de 4 años lo entiende y lo aplica y lo establece. Nos preocupamos de mostrarle al resto las bendiciones del Padre sin vivirlas, llevamos la Palabra si entenderla, dejamos de abrir nuestro corazón porque creemos estar ya grandes, cuando para Dios siempre seremos unos niños.
Yo no lo entendía, me deje crecer y olvide su voz, hasta que un día, pude entender el Reino, al dejar de preguntar todo y creerme todo lo que El a través del Espíritu me dijera, así entendí el Reino como un niño.
El avivamiento
JAMAS llegara si nos convertimos en unos grandotes del evangelio, de complicar la fe con siglas, instituciones y tanta cosa, la reforma es eso, volver al inicio, volver a ser un niño, un niño curioso que busca más de su Padre, que anhelo estar siempre con El, que no quiere que se vaya, porque es lo que más ama y necesita, esa es la Reforma, ese el Reino de los Cielos, es aquel donde millones de niños viven como hermanos, abrazándose y queriéndose y dejándose arrullar por el sonido de Su Voz.
Los milagros, las sanidades, las revelaciones y tantas maravillas no llegaran a nadie que no sea un niño, que no tienen malicia, que nada malo hace ni ve, que depende en exclusiva de su Padre, que lo cuida y lo protege, que lo enseña y reta si es necesario, ese es el niño que tu y yo debemos ser, sino, todo esto seguirá igual, y los mismos adultos nos mandaran a dormir y ahí estaremos.
Recuerda, tú eres su hijo, su niño, esa es la clave del Reino.
Te amo
Bendiciones